Miles de migrantes abandonan a diario su país en busca del sueño americano, lo que no se imaginan es el infierno que tendrán que atravesar.
Alexander, un hombre de 34 años de nacionalidad hondureña, salió con los ojos puestos en un gran sueño. El anhelo de mejores condiciones de vida, la reunificación familiar y la violencia en su país, son las principales razones por las que los hondureños emigran hacia Estados Unidos, indicó la Organización Internacional para la Migración (OIM)
Alexander junto con su madre y sus dos hermanos tuvieron que aprender a sobrevivir un día más con tan solo 30 pesos, al igual que otros 3 millones de hondureños, a los 19 años dejó la escuela y salió en búsqueda de un empleo, ya que necesitaba ayudar a su familia después de que su padre fuera víctima de la violencia que azota al país. “Nos han robado tanto que hasta nos han robado el miedo”, una frase que resuena en un país, que sin estar en guerra, cuenta con la ciudad más peligrosa del planeta, San Pedro Zula, lugar donde radicaba Alexander y su familia.
El papá de Alexander, junto con la mitad de la población de Honduras fue víctima de la pérdida empleo, por lo tanto, solo tuvo la opción de tomar el cobijo de los “Maras”. Con los distintivos tatuajes y lenguaje de señas, las maras son bandas juveniles de pandillas delictivas cuyas actividades son: violación, narcotráfico, extorsión, contrabando de armas, secuestro, robo y asesinatos por encargo, entre otras. Estos pandilleros se originaron en Estados Unidos, migraron a Canadá, México y se han expandido a Guatemala, El Salvador y Honduras; en la actualidad las pandillas más grandes son la MS13, con 70 mil integrantes; y la MS18, con 50 mil integrantes. Aunque el padre de Alexander, don Felipe, se había resistido a pertenecer a una de estas bandas delictivas, el hambre y el hostigamiento de los criminales loforzaron a formar parte de sus filas, hasta que murió asesinado un año después.
Para Alexander, el dolor de la pérdida de su padre es solamente un recuerdo, pues la necesidad y violencia tocan a su puerta todos los días. A sus apenas 19 años, el joven hondureño por fin había logrado encontrar un trabajo formal en la maquiladora textil de la provincia, por lo cual tuvo la esperanza de poder mejorar la calidad de vida de su madre y hermanos con los 5 mil pesos mensuales que ganaba en ese entonces.
Sin embargo, una semana después, Alexander se encontró con la sorpresa de que un hombre rapado estaba esperándolo a la salida de su trabajo, “es tiempo de que pagues tu piso”, le comentó aquel hombre con el 13 tatuado en la nuca. El cobro de piso es una práctica común entre los Maras para extorsionar a los negocios y trabajadores, y así seguir financiando la organización criminal, para estos grupos solo existen dos formas en que pueden pagar las personas como Alexander: “con plata o con sangre”.
Alexander relata cómo su vida, al igual que el agua, se calienta hasta hervir, fue cambiando gradualmente a causa de la violencia. Primero, dejó la escuela; luego renunció a su trabajo debido a las extorsiones y finalmente decidió dejar de salir a la calle; su rutina se volvió un constante temor por ser secuestrado y obligado a formar parte de una las pandillas.
En ese momento Alex sabía lo que tenía que hacer, tenía que salir del país y tenía que ser rápido.
“Mi papá tuvo problemas con estos grupos (las maras) y mi familia, primos, tíos también, por eso llegué a la conclusión de que, si me quedaba en mi país, nunca iba a lograr nada: no podía trabajar porque me extorsionaban, no podía poner un negocio o algo, porque me iban a molestar, no podía salir a estudiar o andar en la calle, porque te asaltan o te secuestran, ya ni siquiera sabía si iba a poder sobrevivir… no se podía”, nos relató con la cabeza inclinada como sumido en sus recuerdos.
“Allá no se puede andar solo en el burro (transporte público), porque ellos se acercan y te dicen cosas. Lo que queríamos evitar es que se acercaran a las mujeres a preguntar algo y al negarse, les puede pasar algo, las pueden agarrar a la fuerza”.
Así que Alexander, empacó unas pocas pertenencias, abordó un “burro” que lo llevó hasta Guatemala y luego cruzó a pie la frontera sur de México, por Palenque. Finalmente se sentía a salvo, pero el largo camino para atravesar el infierno apenas había comenzado.
Los migrantes hondureños no tienen una ruta previamente definida, la van construyendo a partir de sus experiencias en el camino y con los recursos económicos que disponen o las limosnas que logran recabar, además comentaron que en ninguno de los casos habían contratado coyotes o polleros, la razón es no tener los recursos económicos para este efecto y el temor de que no cumplan con los arreglos. Aunque reconocen que, de haber contratado a estas figuras, probablemente ya hubieran llegado a sus destinos pues, “esta gente conoce México”.
De acuerdo con la información otorgada por Alexander, la forma de traslado de los migrantes Latinoamericanos, ha sido en su mayoría por el tren, conocido popularmente como “La Bestia, (“La Bestia” recorre cinco mil kilómetros de la geografía mexicana y se tiene un aproximado que cada año se trasportan 500 mil personas en su totalidad centroamericanas) y en algunos casos viajes por autobús y otros en el tren. Esta forma de transporte tiene que vercon los recursos con los que cuenta y en ocasiones tienen que pedir apoyo económico o limosna para el pago de autobuses y alimentos; por tanto, el tren es la manera más funcionalpara su traslado. Las vivencias en “La Bestia” han sido complejas, tanto para abordarla comodurante su estancia encima de su lomo, al respecto Alexander nos narra lo siguiente:
“…sólo en “La Bestia” venimos viajando casi, cuando lo vemos nos subimos corriendo, a veces nos ayudamos unos a otros, poquitas veces nos ha tocado que esté parado, y como es donde viajamos, pues como sea nos subimos, tenemos que viajar y no traemos dinero”.
Por otra parte, observa a las autoridades locales de la siguiente forma:
“les pegaron a las panas que están adelante, nos quitan lo poco que traemos, dinero, la comida, nos avientan hasta del tren, y nos golpean arriba, a las mujeres les quieren quitar a los chipotitos (los niños) igual, por los éstos, los que vienen ahí son los policías, luego nos quitan también las cosas”.
La violencia a la que son sujetos los migrantes centroamericanos se refleja en el recorrido por México, donde se refleja la nula vigilancia por parte de autoridades locales y federales, así como el ataque de grupos delictivos que pueden variar desde asaltos y robos, violencia física y sexual, secuestro, torturas y amputaciones, chantajes, explotación laboral y sexual (trata de personas), reclusión e incluso la muerte.
El crimen organizado y los funcionarios públicos han hecho de la violencia un negocio redituable, debido a que en tramos ferroviarios suben al lomo de “La Bestia” para verificar de dónde vienen y quiénes son propensos para la extorsión, trata de mujeres y secuestro, en palabras de Alexander.
Los casos son múltiples, pero pocos son denunciados debido a que las autoridades actúan en complicidad o recurren a la amenaza de deportación. Esto se debe a que los migrantes que sufren explotación sexual o laboral, son generalmente etiquetados como personas que violaron ley migratoria, y no como víctimas.
Durante este duro camino Alexander, arribó al municipio de Huehuetoca, recinto dirigido al apoyo del migrante, casa llamada “San Juan Diego” ubicada en camino a Tequixquiac km 50.5, del Barrio San Bartolo Huehuetoca Estado de México. Este refugio se encuentra a las afueras de Huehuetoca a un costado de las vías del tren, a unos 600 metros de las casas más cercanas.
En este paraje se puede ver caminar a los centroamericanos sobre las vías del tren, mismos que se dirigen al albergue considerando el oasis de su trayecto.
Los responsables de tal refugio son el padre Tony Willy y Juan Lugo, que nos comparten en su testimonio que “llegan hombres, mujeres y niños, que en su mayoría provienen de Honduras, el Salvador y Guatemala, mismos que huyen de la pobreza de sus países”.
Comentan que gracias a la generosidad de hermanos en la fe y de los donantes además de su vivero establecido en la casa, se ofrece alimentos, ropa limpia, un camastro para dormir o una litera, atención médica e incluso ayuda psicológica y legal.
Actualmente en el refugio se atiende de 30 a 40 migrantes al día situación que ha aumentado al pasar del tiempo; normalmente, explica, los migrantes llegan por la mañana en un horario aproximado de las 10 de la mañana; se alimentan, se bañan, descansan y al otro día continúan con su camino rumbo al vecino país.
La casa del Migrante “San Juan Diego” solo recibe a sus huéspedes por 24 horas, pero en caso de encontrarse con circunstancias difíciles, esta se puede extender hasta 48 horas.
Tal es el caso de Nicolás, quien al igual que Alexander es de nacionalidad Hondureña, él nos Relata de qué manera ha padecido diferentes abusos por parte de la autoridad y también del crimen organizado, a lo largo de su viaje en busca del sueño americano, Nicolás, como muchos otros, se ha encontrado con obstáculos que parecen convertirse en su peor pesadilla. En su salida de búsqueda por un mejor futuro y la condición de vida para él y sus seres queridos, Nicolás, se encontró con una interminable lista de tragedias. Los migrantes suelen
huir de sus países de origen por la inseguridad, o bien, por la pobreza extrema de los mismos, no obstante, la mayoría de ellos, si no es que todos, se enfrentan a múltiples peligros durantela búsqueda de algún tipo de asilo.
De esta manera, Nicolás, nos relata como es que ha sido su experiencia a lo largo de este viaje. Sin duda, el camino ha sido largo, pues durante él se ha topado con distintos tipos de personas, algunas han contribuido satisfactoriamente a su propósito, por el contrario, se ha encontrado con otras personas que le han arrebatado hasta sus últimas esperanzas.
“Hasta los mismos que cuidan, te sacan todo lo que traes, no porque sean policías quiere decir que estás a salvo”, cientos de migrantes a diario, son víctimas no solo de organizaciones criminales y de delitos cometidos por particulares, sino también, del abuso de poder por parte de las autoridades mexicanas.
El alto nivel de impunidad ante estas situaciones en nuestro país, ha generado daños irreparables en los migrantes que van de paso por México, dejando así, sin sanción, ni reparación algunos dichos delitos cometidos, no solo por las organizacionescriminales, también, por las mismas autoridades encargadas de proteger los derechos humanos.
Entre las múltiples violaciones que padecen miles de migrantes en México, destaca la ausencia del debido proceso judicial, así como la vulneración de derechos económicos, sociales y culturales, y la salud.
Cada vez, más migrantes se enfrentan a desalojos y la imposibilidad de poder cumplir con sus necesidades básicas, es así como la malnutrición y la búsqueda de una vivienda adecuada, se han ido convirtiendo en una de sus principales prioridades.
En el caso de mujeres y niños es aún más complicado, porque para ellos el riesgo de viajar en el tren es mayor, por lo tanto, tienen que “charolear” (pedir dinero) o conseguir algún otro tipo de trabajo temporal, que les permita obtener la mayor cantidad de recursos para poder trasladarse en el transporte público, ya sea en “combis” o autobuses, lo que les resulta aún más costoso, pero menos riesgoso.
La casa del migrante se destaca entre los múltiples albergues de migrantes en México, esta cuenta con el reconocido apoyo humanitario de la comunidad y sus al rededor. Quienes
asumen esta labor de servir en la casa del migrante, se enfrentan a varios retos, por ejemplo, un elevado nivel de riesgo con recurrentes incidentes de seguridad.
Además de todo esto, la casa ha sido víctima de difamaciones por parte de autoridades y quienes no conocen realmente su labor, ya que, ellos aceptan a personas víctimas dediferentes violaciones, les ofrecen comida, techo, vestimenta, apoyo para denunciar abusos a sus derechos humanos e incluso ayuda para regresar a sus países de origen, si es que así lo desean.
Nicolás, llegó por situaciones desafortunadas a este lugar en Huehuetoca, Estado de México, en donde se ha sentido realmente apoyado por sus “hermanos”, así es como se dirige a los voluntarios de este albergue.
“Apenas tengo tres meses aquí en el Estado de México, llegue a subir hasta Monterrey, pero una banda delictiva nos agarró y nos tuvo secuestrados durante 25 días, a mí y a todos con los que viajaba, incluyendo mujeres y niños. Fue un grupo de 8 personas el que nos privó de nuestra libertad y fue horrible.”
Con tristeza, Nicolás, relata cómo es, en busca de sus sueños, se vio privado repentinamente de ellos, nunca imaginó que en este camino se encontraría con monstruos comola delincuencia, que sin darse cuenta, poco a poco le fueron arrebatando la esperanza de ofrecerle una calidad de vida e incluso estudio, a sus hijos.
A pesar de extrañar y anhelar la compañía y el calor de su familia, hubo múltiples ocasionesy experiencias en las que Nicolás agradeció mucho no estar con ellos, yaqué el estar privadode su libertad lo hizo valorar lo poco que tenía en su tierra y reflexionar sobre todo al su alrededor.
“En esas circunstancias ves de todo, esa gente es muy cruel, incluso me tocó ver cómo mataban a compatriotas, agarraban una cuchilla y ahí terminaba el sueño para ellos.”
En agosto 2022, ocurrió el secuestro de Nicolás, a sus 46 años vivó la pesadilla más grande para muchos migrantes.
“Estuve secuestrado desde el 13 de agosto, me agarraron en Monterrey justo cuando estaba a punto de treparme al tren al que le apodan “La Bestia”, de pronto llegaron unas grandes trocas que eran como las que trasladan las mudanzas, me agarraron a mí y a otros 23 más, entre ellos mujeres y niños. Nos dijeron que nos cobrarían $4,500 dólares por liberarnos, que les diéramos el contacto más cercano que tuviéramos para que ellos se pudieran comunicar y pedir el famoso “rescate”.
En ese momento le tuve miedo a todo, desconfiaba hasta de mi propia sombra; claro que no les di ningún tipo de contacto con mi familia, ellos ni siquiera tenían dinero para pagar por mi rescate, prefería que se quedaran solamente con el recuerdo de que un día me fui y nunca regresé, no con la angustia de lo que me pasaría si no pagaban el rescate. Nos llevaron por Tamaulipas y por el camino íbamos pasando retenes del Instituto Nacional de Migración y de la Policía Federal, ellos veían y se daban cuenta de la situación por la que atravesábamos y no hacían nada, solo se quedaban mirando mientras estiraban las manos para recoger el dinero que les ofrecían para que guardaran silencio. Uno de los hombres, el líder al parecer, comenzaba a molestar e intimidar a las mujeres que iban con nosotros, sin importarle que había niños con ellas, lo único que hicieron en ese momento los hombres que lo acompañaban, fue separar a los niños de todos los demás, llevándolos lejos de sus madres. Entre lloriqueos y pataleos, los niños suplicaban que no los alejaran de su familia, las mujeres con rabia en sus ojos y gritos desgarradores intentaban arrebatárselos de las manos.
Sin poder hacer nada, todos los demás que íbamos secuestrados, veíamos como las violaban sin piedad alguna, como si no tuvieran una madre o incluso una esposa en casa. Ahí fue cuando uno de los compatriotas, valientemente se levantó como pudo e intentó detener a uno de ellos, pero no corrió con suerte, a él también lo violaron y no contentos con eso, lo golpearon hasta dejarlo sin aliento. Él cayó al suelo, muerto ante mis pies.
Rodeamos carretera, después llegamos a una casa como si fuera de seguridad, nos bajaron a golpes y gritos, yo intentaba voltear para ver si estaban los niños, me preocupaba, pues yo tengo familia y no dejaba de pedirle a papá Dios, que tuvieran misericordia de ellos, mientras nos bajaban decían que la banda de los Zetas nos iba a contar, llegamos a una casa grande. En esa casa nos mantuvieron separados, a los niños en un cuarto y hombres y mujeres en otro cuarto, donde veíamos constantemente como las violaban, pero las mujeres son muy astutas, una de ellas mientras la violaban no puso resistencia, busco la oportunidad y le sacó la cuchilla (navaja) del pantalón para cortarle la garganta, en ese momento deje de ver la muerte igual, pues después de ver a muchos hermanos morir y llorar por ellos, esta vez me alegre de lo que ese hombre estuviera pagando”
De repente, cuando menos lo esperábamos, se acercaban unas trocas y de ellas se venían bajando muchas personas, como si fuera un ejército y con ellos traían unos garrotes que le dicen aquí en México, alcancé a escuchar como uno de ellos me grito: “ven” y yo le respondí “No voy a ir”, entonces él me respondió “¿Ah, no güey?”, en ese momento me puse muy nervioso, recordé todo lo que antes había sucedido, pues vi que si me resistía más me darían un “tiro”, enfrente de mí, estaba un camarada gritando “¡Ay!, ¡ay!, ¡no me maten!”, él se llamaba Luis, le pegaron con un garrote hasta matarlo, y yo solo le pedía a papá Dios, en mi mente, que no me mataran, creo que me escuchó, pues gracias a Dios, nos dejaron por un instante y fue cuando nos subieron a todos en una troca, parecían hablar entre ellos, su acento era reconocible, mexicano sin duda, en ese momento solo podíamos sentir como avanzábamos, pero todo estaba muy obscuro, no podía ver absolutamente nada, de repente encendieron unas lámparas, eran como unos reflectores, ahí fue cuando nos dijeron que nos bajáramos, se arrancaron y nuestro primer instinto fue correr sin parar rumbo al amanecer; intentamos saber dónde estábamos, pero las personas juzgan sin saber, se van solo por las apariencias y nosotros, solo les damos miedo; viendo los letreros e insistiendo, supimos que estábamos en Huehuetoca y que existía un refugio, así es como llegamos aquí, nos ofrecieron un baño, comida y atención, por primera vez, nos trataron como seres humanos. Yo fui el único que me quedé, todos al amanecer del otro día se fueron; reconozco que me sentí aliviado cuando vi a los niños, y agradecí a papá Dios, porque tuvo misericordia y piedad con todos nosotros, después de todo eso, ahora lo único que es regresar a mi país, prefiero mil veces vivir con hambre, a no vivir.”. relató Nicolás.
Esta situación, ha puesto en evidencia los riesgos y los retos a los que se enfrentan los migrantes durante su trayecto. Exponen su sus sueños y su vida con la esperanza de poder encontrar un nivel y calidad de vida mejor para ellos y para su familia.
Algunos de los principales riesgos de protección identificados para personas migrantes están asociados a la detención y deportación y la falta de acceso a sistemas nacionales de protección debido a su situación irregular. Los requisitos de acceso a servicios tan esenciales como la salud y seguridad existentes en el país, suelen ser difíciles de cumplir, y sigue siendo limitado el acceso a mecanismos de permanencia alternativos que tengan en cuenta las situaciones específicas y las necesidades de protección de las personas migrantes.
Nicolás decidió emprender un viaje en el que está expuesto a riesgos de trata y de abusos relacionados con el tráfico de personas, derivados del estatus irregular de dichos viajes, una situación que se ha agravado aún más debido al cierre de fronteras debido a la pandemia por COVID-19. En el caso de las personas más vulnerables, como mujeres cabeza de familia y niños, niñas y adolescentes separados y no acompañados, cada vez son más graves los riesgos de protección relacionados con la explotación, el abuso y la violencia basada en género. Estos grupos son también especialmente vulnerables ante prácticas de explotación laboral que ponen su salud y bienestar en situación de riesgo.
Por otro lado, los migrantes se encuentran con sitios que son cobijo de pandillas, en los cuales se practican y fomentan actividades criminales.
“Aquí adelantito, pasando ese puente que ves ahí, está el dichoso “basurero”, es un nido de delincuentes. No vayan para allá, solo hay mal vivientes y la verdad es que ni yo me atrevo a ir, cuando tengo que pasar por ese lugar siempre me tengo que meter algo, tú sabes, algo que me dé valor, no me siento orgulloso de lo que te estoy diciendo, pero a veces es necesario, enfrentar ese tipo de cosas requiere de mucho valor, valor que honestamente fui perdiendo en el trayecto. He vivido tantas cosas que ya no arriesgo mi vida por cualquier cosa, por esoestoy aquí, gracias a papá Dios, caí en este lugar y me están ayudando a para poder regresara casa; me han dado comida y techo, hasta me están ayudando por ahí con unos papeles quese deben tener para que me puedan deportar a mi país, yo ya no quiero seguir el viaje, graciasa todo lo que me pasó he aprendido a valorar un poquito más mi vida y la familia que tengo,no me gustaría faltar el día de mañana porque al fin se cuentas soy el único sustento y si faltoyo, quien va a mantener nuestro hogar, quien va a ver y protegerlos, ¿me entiende? El sueñoy la esperanza ya se perdió, pero yo aún no, por eso quiero regresar.”
Algunos otros migrantes prefieren dormir incluso en la intemperie antes de llegar al” basurero” sin embargo no tienen alternativa, ya que es un paso forzoso, donde tendrán que enfrentarse a un infierno más, como secuestros exprés y extorsiones, por parte de los criminales, en palabras de Alexander y Nicolás.
Conocedores de las travesías indican que en esa zona del tren toma mayor velocidad para luego disminuirla en curva que es aprovechada para los que intentar subirse a “la bestia”. Pero para Alexander y Nicolás ya no es una opción pues después de su interminable lista detragedias deciden regresar a su país.
Gracias al apoyo de instituciones sociales, como la casa del migrante en Huehuetoca, es que los migrantes logran satisfactoriamente regresar a su país de origen. Les ofrecen oportunidady facilidades para que tramiten su deportación, en este caso a Honduras, llevándolos con su familia y sus seres queridos, quienes los esperan con ansias en el mismo lugar en donde los dejaron ir con dolor e incertidumbre por un futuro incierto.