Tuvo que ser así. Como en los terremotos de los 19 de septiembre de 1985 y 2017, que devastaron la Ciudad de México, la sociedad civil organizada toma de nuevo las riendas en la crisis epidemiológica por el coronavirus (COVID-19).
La anticipación, ante la falta de acciones contundentes del gobierno y la minimización de las autoridades. El mesero con el cubrebocas y el barrendero untando gel antibacterial en las porosas manos. Las madres insistiendo en calles y avenidas de la capital a sus hijos “lavarse bien las manos” cuando lleguen a casa.
El Tec de Monterrey fue la primera institución de educación superior en tomar medidas. El 12 de marzo anunció que suspenderá clases presenciales por la crisis sanitaria. Le Federación Mexicana de Futbol (FMF) anunció, primero, que los partidos de la Liga MX se jugarían a puerta cerrada en los estadios (13 de marzo), y dos días después, la cancelación de todos los encuentros.
Para el viernes 13, la SEP anunció la suspensión de clases en escuelas públicas, aunque al menos 10 estados no esperaron al 20 de marzo y suspendieron actividades desde ayer. Las escuelas privadas adelantaron fechas ante la situación y determinaron cerrar sus puertas.
Son días que se guardarán en la memoria. Se trata de días que ya se habían experimentado en 2009, durante la influenza AH1N1.
Los bancos determinaron que los clientes ingresen en grupos de cinco o diez personas para evitar aglomeraciones. Hasta el momento no hay histeria ni escenas de pánico.
Luego se une la empresa de espectáculos OCESA, que anunció el 16 de marzo la cancelación de todos sus eventos masivos hasta el 19 de abril. Y después le sigue el cierre de casinos y cines en Monterrey, Nuevo León, informado ayer por el gobernador Jaime Rodríguez.
En Jalisco, temporalmente cerrarán salones de fiesta, casinos, antros, cantinas, centros nocturnos y bares que concentren más de 50 personas por más de 30 minutos.
Las empresas, desde la semana pasada, hicieron un llamado a sus empleados para hacer home office. La UNAM suspendió clases el 16 de marzo. Escuelas particulares de educación básica no esperaron que las cosas empeoren y cerraron sus puertas hasta el 21 de abril.
Entidades como Yucatán y Guerrero anunciaron que no abrirán sus sitios arqueológicos, con las pérdidas económicas que representa. Playas en Tamaulipas, Sonora y Tabasco cerrarán ante la emergencia.
Incluso, la Conferencia Episcopal Mexicana recomendó a obispos suspender misas y hasta dio la opción de que sean transmitidas por Internet.
Y sí. La ciudadanía advirtió con anticipación que en 2009 la representación de La Pasión de Cristo de Semana Santa, en Iztapalapa, generó el aumento en los contagios de la influenza AH1N1. Y sí. Clara Brugada, titular de esa alcaldía, optó por cancelar la puesta en escena.
En las horas decisivas para enfrentar la pandemia por el COVID-19, la sociedad civil organizada tiene recuerdos. Tiene memoria.
No quiere a un presidente que quede pasmado ante la emergencia, como ocurrió en el terremoto de 1985 con Miguel de la Madrid. No. La ciudadanía tomas las riendas.