Pertenecientes a la Iglesia de San Bartolo Cuautlalpan, ubicada en Zumpango, Estado de México, las esculturas policromadas de San Bartolomé, San Joaquín y Santa Ana, que datan de los siglos XVII y XVIII, son intervenidas por un grupo de especialistas, a fin de que recobren su belleza y colorido.
Los trabajos de restauración, que concluirán en los próximos meses, consisten en la limpieza, fumigación, restitución de faltantes y reintegración cromática de las esculturas, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La intervención está a cargo de profesores y alumnos del Seminario Taller de Restauración de Escultura Policromada de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM).
De acuerdo con Rodrigo Ruiz Herrera, quien colabora en la intervención de la escultura policromada de San Bartolomé, se trata de “una pieza muy rica por su policromía variada, que va desde la pintura de colores lisos a punta de pincel, hasta los dorados y las corladuras que semejan textiles finos y joyas preciosas”.
El estudiante, dirigido por la maestra Fanny Unikel Santoncini, indicó que debido a que la pieza está elaborada con madera de colorín, caña de maíz blanco y cedro blanco, tuvo que ser fumigada antes de su intervención, porque había sido atacada por termitas y roedores; los faltantes ahora son rellenados.
La escultura se encuentra estable por fuera, pero por dentro estaba llena de galerías que fueron localizadas mediante una tomografía axial computarizada, principalmente de las rodillas hacia la base.
La pieza también fue sometida a análisis con fluorescencia de rayos X, así como a pruebas de microquímica para identificar los materiales constitutivos, y se realizó una radiografía para conocer su estructura interna.
Una vez elaborados los análisis, el equipo de alumnos procedió a restituir los faltantes en la base, piernas, manos y nariz de la escultura. Asimismo, se reestructurará la aureola que estaba rota y se hará una reintegración cromática.
En cuanto a las piezas de San Joaquín y Santa Ana, que datan del siglo XVII, se informó que también fueron sometidas a un análisis morfométrico y que los resultados sugieren que fueron creadas en el mismo taller. No obstante, se continúan con los estudios para determinar su origen.
Jimena Fernández y Laura Adriana Téllez indicaron que la escultura de Santa Ana estaba ennegrecida, porque la comunidad acostumbra a untarle huevo y aceite de bebé para darle brillo. Además, la pieza tenía varias faltantes en el manto, resultado de golpes.
La capa oscura no permitía ver todas las decoraciones que tenía la obra, pero después de la limpieza se pudo visualizar los dorados que estaban en el manto blanco, con detalles lilas a punta del pincel.
Esta pieza se encontró al lado de San Joaquín, su esposo, en uno de los nichos de la nave principal de la Iglesia de San Bartolo.
La escultura policromada de San Joaquín está a cargo de la estudiante del seminario Tania Romero, quien dijo que su estado de conservación es bueno, pero al igual que la talla de Santa Ana estaba cubierta con una capa negra, por lo que se hicieron varios análisis para ver la técnica de la manufactura y unas calas estratigráficas a la policromía.
El proceso de intervención, detalló, comenzó con una limpieza mecánica y otra con solventes, después se hicieron resanes, para luego reintegrar el color.