Mientras una mujer da a luz, pregunta: ¿Qué fue, niña o niño? A lo que la doctora responde: Eso no se pregunta. Se pregunta si está bien. Obediente la paciente cambia la interrogante: ¿Está bien mi bebé? En eso estamos, le dice la interna y concluye la conversación sin dar respuesta.
Este escenario podría ser el de miles de mujeres en el país según la más reciente investigación del científico social Roberto Castro que pertenece al Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Regaños, humillaciones, alusiones a su vida sexual, amenazas, colocación del dispositivo intrauterino sin consentimiento y otras formas de abuso son prácticas habituales en las que incurren los médicos en las salas de parto de acuerdo con los 200 testimonios, la observación, las entrevistas y recomendaciones que hiciera la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y sus filiales estatales.
Se identificó que los médicos (hombres y mujeres) se dirigen a las pacientes con frases o bromas como: “Aguántate, así te gustó, antes abriste las piernas” o “Claro que la haremos (en referencia a la episiotomía) a todas, de castigo”.
Para el especialista, estos abusos no son un problema exclusivamente médico sino que tienen que ver con la formación de los profesionales de la salud, quienes suelen creer que tienen mayor jerarquía que las pacientes. Y es que “en el área médica existe un nivel de jerarquización semejante al del ejército o la iglesia”.
Castro Pérez consideró que este problema es ético y debe ser redefinido desde el campo sociológico pues “muchas ocasiones estos especialistas incurren en abusos que no llegan a ser delitos o negligencia, pero sí son producto de un hábito médico autoritario y colocan a los facultativos a punto de incurrir en violaciones más graves a los derechos humanos”.