Una casa que tiene más de 208 años en el poblado de San Sebastián Tlatelco, se ha convertido en el único lugar donde se puede revivir el pasado de las haciendas, sus vidas, costumbres y aún se pueden observar los muebles que utilizaron durante dos siglos, incluso, guarda algunos vestigios prehispánicos que fueron encontrados en las tierra de cultivo.
Fue la primera casa que se construyó en lo que después fue el pueblo de San Sebastián Tlatelco, ya que era una de los cuatro ranchos que formaron la hacienda de Santa Lucía. A su alrededor solo había tierras para la producción agrícola.
Leobardo Domínguez González, uno de los herederos de esta casa, recordó: “era un rancho muy grande, que tenía su propia parroquia, tienda de raya, era para la trilla y tinacal. La propiedad llegaba al camino de Los Pulqueros”.
Ahora, la tienda de raya se habilitó como Casa de la Tercera Edad y una parte como jardín de niños del pueblo de San Sebastián.
Sin embargo, la casa permanece intacta desde que fue construida con cantera y techos de bóveda española. Sus primeros habitantes formaron parte de la familia de Ignacio Laguna Pacheco y posteriormente de Luciano Laguna Soriano, su tatarabuelo.
Leobardo Domínguez describió que en la casa se fueron quedando los recuerdos y los muebles que utilizo su familia a través de las décadas, como la cama de latón –que se usaban en la época de Maximiliano de Absburgo- que usaron sus abuelos Casimiro Laguna, “papá Chanito” y Catalina Vaca, “mamá Catita”, como eran conocidos en su época.
Pero Leobardo en vez de deshacerse de los muebles familiares que han pasado de moda o por vieja, los conserva y cuida dentro de la casa, como un escritorio antiguo que su madre rescató de una hacienda de Guanajuato.
Asimismo, ahí se puede admirar una recámara Art decó, de influencia francesa y que data de los años cuarenta, como un comedor Chipendel de los años treinta. Guarda también una sala tipo Reina Ana que era de su bisabuela y unos equipales del estado de Jalisco.
Una imagen llama especial atención ya que se trata de San Ignacio de Loyola que fue un regalo del obispo Sergio Méndez Arceo al sacerdote Genaro González, que era su tío. “Este santo traía su propia bula –especie de moneda que bendecía el papa en el Vaticano, para venerarlo en México-, pero cuando lo recibió ya no lo tenía”.
Además, las paredes de la casa también guarda recuerdos como la de un cuadro de un paisaje que le regaló María Esther Zuno de Echeverría –esposa del presidente Luis Echeverría Álvarez-a su tío Juan Legaspi, que fue director de Telégrafos de México, en los años setenta.
La casa aún tiene su propio pozo de agua, abrevadero para los caballos, lavaderos para la peonada, metates y una cocina original de las antiguas haciendas.
“Hay gente que sabe que aquí guardamos las cosas y nos ha traído unas máquinas de coser”, estableció.
Incluso, rescató parte de un retablo de la parroquia de San Sebastián, que a pesar del valor de su pasado, estaba destinado a ser leña.
En una vitrina, Leobardo Domínguez, conserva una máscara mortuoria prehispánica que fue encontrada cuando se araba la tierra, así como diversas figurillas y vasijas cuya cultura se desconoce.
Asimismo, tiene intacta unos botines de piel forrados con encajes que solo se ven en las películas de la Revolución Mexicana.
La casa más antigua de San Sebastián guarda verdaderos tesoros familiares y de épocas diferentes que refleja lo que eran Zumpango antes de la Revolución y de que se desmantelaran las haciendas para convertir las tierras en ejidos.
Hoy esa propiedad quedó rodeada de miles de casas que fueron edificadas en pueblos y en unidades habitacionales.