CIUDAD DE MÉXICO, 21 de agosto.- Arqueólogos mexicanos revelaron el hallazgo del Huey Tzompantli o Gran Tzompantli del Templo Mayor, considerado una de las estructuras simbólicas de mayor valor para la cultura mexica y una de las coronas rituales de mayor importancia para comprender esta cultura prehispánica, el cual podrá ser visto por el público en general una vez que se concluyan los trabajos.
El hallazgo se registró en febrero pasado, cuando los arqueólogos encabezados por Raúl Barrera, iniciaron la exploración bajo el predio ubicado en República de Guatemala número 24, a espaldas de la Catedral Metropolitana y a unos pasos del Centro Cultural de España (CCE).
Los vestigios se encontraron a dos metros de profundidad a partir del nivel de piso actual del edificio, donde se detectó un muro de tezontle con un recubrimiento de estuco, orientado de norte a sur, cuya altura aproximada es de 45 centímetros, 34 metros de longitud y 12 metros de ancho.
Según los primeros análisis se confirmaron cuatro tesis: que a cada cráneo se le realizó un orificio de entre 25 y 30 centímetros de diámetro en la zona parietal; que la separación entre un cráneo y otro es aproximadamente de entre 60 y 80 centímetros; y que éstos fueron unidos por una argamasa poco usual en el Templo Mayor, hecha a base de cal, arena y tezontle; y que para este tzompantli se utilizaron cráneos de adultos, jóvenes, niños y mujeres, aunque predominan los varones.
Y se explicó que la principal hipótesis sobre el origen de los restos óseos va en el sentido de que correspondieron a decapitados que fueron capturados y sacrificados, es decir, enemigos de los mexicas, durante diferentes ceremonias. Y se aclaró que éste tenía un simbolismo específico: mostrar el poder mexica.
De forma preliminar, los arqueólogos coincidieron en que esta estructura estaría asociada con la Etapa VI del Templo Mayor (entre 1486-1502), durante el gobierno de Ahuízotl.
Cabe señalar que aunque hasta el momento sólo se han registrado 35 cráneos, se calcula que deben ser cientos los que se encontrarán bajo esa mezcla de estuco y lajas en los próximos meses.
Durante el anuncio, realizado ayer en el Museo Nacional de Antropología, Matos Moctezuma aseveró que se trata del tzompantli principal de la gran plaza ceremonial de Tenochtitlán, pero destacó que su trascendencia no sólo está en su hallazgo, sino en la corroboración de las fuentes y los relatos de Hernán Cortés, Andrés de Tapia, Motolinía, Fray Bernardino de Sahagún y Fray Diego Durán, quienes lo describieron con precisión.
ANALIZARÁN EL ADN
El arqueólogo Raúl Barrera destacó que aunque este componente fue parcialmente alterado durante la época Colonial, lo relevante es que sobrevivió a la destrucción de Tenochtitlán, junto a distintas calas de piso prehispánico de la Etapa VI (1486-1502), así como las huellas donde se montaron los postes del tzompantli.
Y para comprender sus dimensiones, expresó el encargado del Programa de Arqueología Urbana (PAU), dijo que “un tzompantli –tal como lo dicen las fuentes históricas–, es una plataforma de poca altura que era muy impactante debido a los postes que tenían filas de madera con varas que sostenían (cientos) de cráneos”.
Los trabajos fueron dados a conocer ayer, luego de que se concluyera la primera etapa de exploración, sin embargo será en noviembre próximo cuando se continúe la segunda etapa para profundizar la exploración en manos de la arqueóloga Lorena Vázquez del PAU.
Durante el anuncio también se reveló que durante las excavaciones se detectó una ofrenda asociada a la última etapa constructiva del Templo Mayor, donde encontraron fragmentos de travertino blanco, un material poco usual en la zona, así como una base circular que apoya el tzompantli nunca antes vista en tzompantlis de otras regiones.
Al concluir el anuncio, los arqueólogos respondieron algunas preguntas, donde destacaron la continuación en las excavaciones y los posibles análisis de ADN, paleodieta y de isótopos de estroncio a los materiales óseos, para lo cual se buscará la cooperación de la UNAM.
Durante el anuncio se reconoció que durante las exploraciones del arqueólogo Leopoldo Batres, a principios del siglo XX, seguramente encontró parte de los muros de esta estructura, pero sin descubrir de qué se trataba, al igual que durante las excavaciones realizadas para la construcción de la línea 2 del Metro de la Ciudad de México.
Sánchez Nava aseguró que este hallazgo es sumamente relevante en el campo de la arqueología, pues no sólo es uno de los restos arqueológicos más relevantes del Templo Mayor, sino que se trata de un vestigio multinombrado, que refleja la cosmogonía de las culturas mesoamericanas y de la cultura mexica.